Después de digitar su clave de 4 dígitos, Borys Álvarez Samaniego ingresa a su oficina, donde trata de entender el mundo. Formalmente, ese lugar es un laboratorio de química dominado por una mesa de acero cromado, tan larga como un automóvil, cuyas tuberías de agua y gas corren a lo largo sin mayor beneficio de uso. En una pared está colgada una pizarra blanca con ecuaciones escritas con marcador, ininteligibles para el no iniciado.
Borys es matemático puro. Tiene un PhD
y seis posdoctorados. Domina cuatro idiomas: español, inglés, portugués y
francés, que aprendió en los países donde ha estudiado. Es lojano de nacimiento
pero cursó el colegio y la universidad en Quito. Es un hombre formal, lleva la
camisa por dentro del pantalón de casimir y los zapatos bien lustrados. No es
para menos, sus padres son una ama de casa y un Policía Nacional, que le
inculcaron valores como el respeto a los animales, no botar basura en la calle
y tener una idea de ahorro. Es casado por matrimonio civil y no tiene hijos.
Con sus matemáticas, Borys intenta
responder algunas preguntas fundamentales. Los temas que ha estudiado a
profundidad se los puede contar con los dedos de la mano. Cuando era muy joven,
dice en español con un leve acento de portugués, le interesó el tiempo, ahora
trata de comprender el movimiento ondulatorio del agua, a través de una
ecuación en la que están trabajando unas 60 personas en el mundo. Entenderla, a
Borys le ha tomado 21 años de estudios después del pregrado.
La investigación científica no es
lineal, no se da un paso que llevará al siguiente porque, muchas veces, el
siguiente paso es desconocido. A veces hay que retroceder para restablecer algo
que se formuló como verdadero o porque ha caído en contradicción. Esa forma de
razonar aunque es muy antigua sigue siendo válida, se llama reducción al
absurdo.
La ecuación de movimiento ondulatorio
del agua es muy larga, pero su longitud no corresponde a su dificultad; otros
matemáticos estudian durante muchos años un signo o en una variable, ya que
cualquier cambio es capaz de modificar drásticamente lo que entendemos de la
realidad. Pensemos brevemente en un punto, ese pequeño círculo que divide los
párrafos, que inicia un línea, que parece una carie en el papel. Alrededor del
año 300 a.C., Euclides, en su trabajo Elementos, definió al punto como “lo que
no se puede dividir”. Dos mil años después, Borys dice que “el punto es una
trampa”, un concepto no definido.
Pensemos ahora en una recta, en esa
inocente sucesión de puntos, que debajo de la órbita lunar es indeclinable.
Todos los cuerpos se mueven en líneas rectas. Sin embargo, por encima de la
Luna, los cuerpos avanzan en círculos alrededor del centro de la Tierra. Es
decir, en el espacio las rectas se vuelven curvas. El espacio exterior odia las
líneas rectas.
Parece obvio, pero es una concepción
que nos legó Einstein, y que hizo obsoletas las geometrías euclidianas y
newtonianas. Einstein, después de 400 años de Newton, cambió la concepción del
mundo que conocemos.
Eso es lo que trata de hacer Borys, en
el laboratorio de Química que le asignaron.
El estudio de las ecuaciones
ondulatorias del agua es un trabajo lento, ingrato, que no rinde beneficios a
corto plazo. Es puro amor al conocimiento. Recordemos a John Nash, el
matemático que se hizo célebre por la Teoría de Juegos y que ganó dos de los
tres premios más importantes en su área: Premio Nobel y Premio Abel, en 1994 y
2015, respectivamente. Sin embargo, escribió esos trabajos 50 años antes.
Las satisfacciones vienen por otros
lados y ahora la Asociación Norteamericana de Matemáticas reconoció a Borys por
sus aportes a las matemáticas, con la publicación de muchos ensayos, entre los
que se destacan Large time existence for 3D water-waves and asymptotics,
coescrito con David Lannes.
Estos estudios nacen, principalmente,
porque alguien se preguntó cómo funciona un fenómeno de la naturaleza. Algunas
preguntas provienen desde las épocas más oscuras del ser humano, pero solo se
tienen registros desde 3500 años a.C. por las cuñas que los babilonios hicieron
en el barro. Cerca de Babilonia, en Egipto los científicos emplearon sus
aptitudes para, entre otros fines espectaculares, construir las pirámides,
aunque las matemáticas no tenían en ese entonces una cualidad moderna: el
rigor, como relata el libro “Dios creó los números”, comentado por Stephen
Hawking.
El rigor ha hecho que los avances en
matemáticas sean más certeros, aunque más lentos. Algunos científicos
investigan toda la vida sin resultados concretos, otros, como cuenta Borys
“estudian varios años para entender la pregunta, ni siquiera la respuesta”.
Idealmente, el investigador no debe
trabajar solo, porque hacer ciencia sin tener un apoyo puede llegar a ser
agotador, a la vez que estéril. Por eso, Borys trabaja con su hermano mayor que
es físico teórico. Su nombre es Petronio y es su opuesto exacto. Petronio usa
la camisa por fuera del pantalón, tiene una cadena, un reloj y una alianza de
oro. Petronio habla inglés y español y le gusta pensar en viajes espaciales y
en agujeros negros. Admira a su hermano menor, cree que uno como él aparece
cada 100 años.
Juntos formaron el Núcleo de
Investigadores Científicos de la Universidad Central, que es un grupo que forma
investigadores al más alto nivel. Los siete estudiantes que se han graduado de
la U. Central y de la Politécnica han salido con los honores más altos: cum
laude y suma cum laude, es decir, obtuvieron 29/30 puntos, y todos han
conseguido becas para continuar sus investigaciones en el extranjero.
Randy Llerena es uno de ellos. Recién
terminó sus estudios de matemáticas y es miembro del Núcleo de Investigadores.
Comprobó en carne propia el régimen académico de Borys o como le dicen ahí el
‘doctor’. Durante el tiempo de su tesis, trabajó, literalmente, día y noche
porque el doctor le presionaba por las entregas. Lo que un día fue duro de
llevar, con el tiempo mutó en satisfacción y luego en admiración. Ahora, Randy
considera que el doctor es su maestro, porque ha sabido mezclar lecciones de
vida con las matemáticas. Randy se siente honrado de que su tesis lleve la
firma del doctor.
Dentro del núcleo se estimula la
confrontación de ideas, herramienta fundamental para la investigación, ya que
promueve la generación de conocimiento. Borys dice: “Sin la confrontación de
ideas una sociedad queda paralizada”, pero, para que exista, es importante que
haya receptividad de ambos lados para escuchar al otro. Si se deja de lado una
visión distinta del mismo fenómeno, entonces pierde más el que no quiere
escuchar.
Por ejemplo, durante muchos siglos,
millones de personas creían que la tierra era plana y uno o dos disentían de
este criterio. Resulta que esos uno o dos tuvieron razón y el resto vivía
equivocado. Por eso, Borys considera que la ciencia no se rige por un sistema
democrático, simplemente, porque la mayoría puede estar equivocada.
Borys es católico, cree profundamente
en Dios. Sostiene que no hay contradicción entre religión y ciencia. “Son
puntos de vista diferentes sobre un mismo objeto. En matemáticas, uno puede
suponer A y su negación y ambas son consistentes”.
En otros tiempos, los matemáticos que
se metieron en el campo religioso fueron perseguidos. Entre los más famosos
están Galileo Galilei y Giordano Bruno. A finales del siglo XIX el matemático
George Cantor ofreció un mejor entendimiento del concepto de infinito absoluto,
y quiso equiparar sus descubrimientos con la idea de Dios, por lo que escribió
algunos artículos religiosos.
En cambio, Borys cree que la ciencia
debería ser un pilar de la sociedad ecuatoriana, porque solo un país que
invierte en investigación es capaz lograr progresos, como ha visto en los
países en los que ha vivido, algunos se han convertido en potencias en menos de
40 años.
El camino de Borys inició desde muy
pequeño con la lectura. Luego, las matemáticas lo escogieron y le llevaron
hacia sus dominios, tal como sucedió con la única mujer ganadora del premio
Fields, Maryam Mirzakhani, que de niña quiso estudiar literatura pero en su
adolescencia sintió el llamado de las matemáticas, gracias a su hermano.
Después de su jornada de trabajo
-estrictamente es funcionario público que debe registrarse en el sensor
biométrico-, Borys regresa a su casa y dialoga hasta la madrugada con sus
amigos de la infancia: Nietzsche, Platón y La República, Isaac Newton y su
Principia Matemática, Euclídes y los 13 volúmenes de los Elementos, Aristóteles
y su Política y los pocos aportes que se conservan de Arquímedes.
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